domingo, 10 de mayo de 2015

Recopilación Semanal.

Ésta semana he tenido más o menos como una afición por la poesía que, en verdad les digo, me he vuelto bastante mística con ésto. Veo cualquier situación o escucho cualquier frase y ya me imagino un poema completo. Cabe destacar que soy bastante ajena a la poesía porque nunca ha sido mi fuerte y a decir verdad se me da más los escritos de expresión y creatividad. Sin embargo, siempre me había propuesto que «algún día» yo escribiría poesía, resulta que el día está por llegar. 

Les cuento, hace unos cuatro días me topé en la web con un poema de una escritora española llamada "Elvira Sastre", me causó bastante curiosidad porque conseguí una imagen que sólo contenía las primeras lineas de su poema "La ultima primera vez", y de inmediato me propuse a conseguir el poema, lo hallé en un blog de la propia autora junto con otros poemas más, así que me adentré a leerla y mi sorpresa fue que me encontraba envuelta por su poesía, por los versos, por sus palabras. En fin, el poema simplemente «blew my mind». Me inspiré como nunca y continué investigando más sobre la poesía, sobre algunos autores y más enamorada me encontraba del tema. Sin embargo tenía el miedo eminente de escribir porque iba a sentir el bloqueo más grande de la vida, y yo soy enemiga de los bloqueos mentales. Les tengo fobia y todavía no he aprendido a lidiar con ellos. De todas formas, a sabiendas de que la poesía no era mi fuerte, simplemente me pase los días leyendo y releyendo poemas. 
 
Una cosa me llevó a otra y comencé a desempolvar escritos de hace unos años que había dejado en una página vieja, es lejana a la poesía para ser franca. Pero siempre me ha sido gratificante leerme después de un tiempo, y no podía evitar verme ajena a mí misma con esos escritos. Es una sensación extraña porque es como si leyeras a alguien más pero eres tú misma, la tú del pasado. Y bueno, se los dejo porque han sido los protagonistas de ésta semana:

¿No les pasa que luego de un instante de tristeza caes en cuenta de que estás llorando por alguien que antes te sacó sonrisas? Y duele aún más que cualquier herida, porque nuestra mente nos juega un "full" con las cartas del recuerdo y quedamos suspendidos en medio de lo que no es rabia, ni es tristeza, ni nada más que sólo decepción. Te repites tantas veces a ti mismo "tonto, tonto, no eres más que un simple tonto" y ¿sabes qué? sí somos unos tontos, todos, alguna vez en nuestra vida hemos sido unos tontos y eso es total y completamente normal. Pero no es algo por lo que nos hemos de dar golpes, no es un buen motivo para crearnos una imagen errónea de lo que representamos.
Somos más que eso, y no somos directos culpables de las decepciones que nos causan las personas a las que creíamos únicas y totalmente especiales, irrepetibles... Já, sí solíamos pensarlo ¿No? "Él(ella) es diferente" también temíamos que nosotros le causáramos daño a esa persona especial. Hablo por mí claro, aunque tu... ¿También lo pensaste? Es natural. Es como si esa persona estuviera encerrada en un globo cromado donde vemos lo que creemos, "es algo único" pensamos, y al mismo tiempo vemos nuestro reflejo temerosos. Qué estúpida idea, qué tonta e inconsecuente idea.
Pero luego, ése globo se rompe y los pequeños trozos se comienzan a incrustar en tu piel, profunda e incesantemente. Te encuentras con alguien distinto, luce igual, lógico, incluso puede mirarte y sostenerte de la misma manera que lo ha hecho siempre... Pero hay algo en él que es nuevo para ti, algo que te confunde en sobremanera y te hace sentir frialdad no logras identificarlo, pero sabes que es así; Sabes que es ésa persona la causante de tus heridas, la causante de que te sientas vulnerable, estúpido, tonto.
Y volvemos a la misma historia de la jugada de un "full" de recuerdos que duele, sólo que ésta vez sabemos que no somos tontos por confiar ni somos tontos por creer —pienso yo.— aunque creer nos hace sentir libres. Somos tontos por ambos motivos. Porque creemos en alguien y le permitimos tener nuestra confianza, y así mismo nos permitimos a nosotros creer que ése alguien nunca te va a defraudar. Qué tontos.
Ya me había dado por vencida mientras todavía lamentaba haberte dejado cuando me encontraba en el abismo, ése al que decidí saltar sola y consumirme en una caída. Sin embargo una vez llegada al final, tú ya me estabas esperando ¿Eras tú? No, no eras el mismo que dejé arriba. Aunque, quizás yo no soy la misma de antes de la caída. Definitivamente no. No importa cuántas veces sacuda mi cabeza, sigues allí y no eres un sueño. No te estoy soñando. Si fuese un sueño, no me estuvieran sudando las manos ni me encontrara temblando. Te encuentro de pie frente a mí, un brillo desconocido en tus ojos, una mueca distinta. Ya no eres el mismo. Te desconozco, pero sigo sintiéndome igual que antes de todo el descenso. “Linda vida” dices, como si ignoraras el entorno, por un momento yo también lo ignoro y entonces me desconocí a mí misma. Solía ser firme, arriesgada e independiente… Desde un principio fue eso lo que impulsó mi salto. En el camino te extrañaba y veía tu imagen desmoronarse en el trayecto hasta verte partir. “Este es el fin” decidí, cuando se encontraba vacío tu lugar. Así me fui quedando sin aire, sin aliento mientras continuaba cayendo. Me convencí de que en el fondo, me encontraría sumida en recuerdos pero que mientras seguía viva y que al igual que una vez lo hice, debía subir de nuevo a la superficie. Pero estabas allí, te encontré allí. Ambos en el fondo del abismo. Ésta vez lucíamos desconocidos. Y qué rápido pasa el tiempo, y qué hábiles son los sentimientos al ignorarlo. No me importaba mirar hacia arriba, ni observar un poco de luz. Sentía mi corazón latir y mi espíritu recobrar energías, aún por la falta de oxígeno y desesperanza que invadía el lugar… Sentía algo extraño, y eras tú. No dude ni un segundo en que lo eras. Quería sonreír pero me hacías difícil el respirar. Quería hablar, apelar por mis errores: “Lo siento, si no me entiendes”. Y no pude, porque no me quería permitir cometer un error más y porque algunas veces es mejor no entender nada. Quería tocarte o mirarte sin temor alguno considerando que te veías ajeno a mí, y ya lo eras. Quizás debí haberlo sabido antes de todo, antes de convertirnos en seres intocables el uno al otro. Estaba viviendo el final, contigo, lo estaba haciendo y no pude escapar de ti. Pero…
Ningún final jamás había sido tan encantador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario